Nos da apuro preguntar ¡Fuera vergüenza!

Es algo habitual que sucede sobre todo cuando nos acaban de diagnosticar. Estás muy perdido y tienes muchas dudas, has leído en Internet, has consultado, pero cuando sales a comer fuera de casa las incertidumbres se agrandan. Es normal. Y también es normal el tener que preguntar, para resolverlas, porque cuando eres celíaco y no sabes muy bien qué puedes comer o qué no puedes no debemos quedarnos con nada dentro, tenemos que preguntar. Y tenemos que preguntar siempre, aun cuando llevemos mucho tiempo diagnosticados. No hay que dejar nada al alzar. Es nuestra salud.
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Aparecen entonces las típicas vergüenzas, esas sensación de que somos unos pesados, fíjate, se van a pensar que somos unos raros… Y sí, es verdad, el apuro está ahí, cuando vas plato por plato preguntando:

  • ¿Esto lleva harina?
  • ¿Esta salsa puede estar contaminada?
  • ¿Qué lleva este acompañamiento?
  • ¿Me lo puedes hacer aparte?
  • ¿Qué lleva este postre?
  • ¿Qué puedo comer de segundo?

Una cosa tiene que quedar clara. Tenemos que preguntar. No podemos arriesgarnos e intuir cómo estará elaborado tal plato, debemos saberlo con seguridad para saber que podemos comerlo. Y en caso de que no podamos, pedir amablemente una alternativa apta.
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Debemos eliminar por completo ese pudor que nos suele aparecer cuando vamos a comer fuera. Debemos preguntar sin ningún tipo de vergüenza, al revés, debemos preguntar muy seguros de nosotros mismos. Debemos olvidarnos de esa sensación de que van a pensar que somos unos pesados. ¿Y qué si piensan somos pesados? Que piensen lo que quieran, tenemos que comer, y tenemos que comer seguros. Una cosa tenemos que tener mucho más clara que la anterior: NO somos pesados.

La reacción que encontremos en la persona a la que preguntamos nos ayudará también a aliviar sensaciones encontradas. Si vemos cara de hastío, respuestas frías o desconocimiento deberemos actuar con amabilidad y una sonrisa. Explicando todo con calma para que sepan qué deben hacer en la cocina para que podamos disfrutar de nuestra comida con seguridad. Y que aprendan para futuras ocasiones. Si por suerte (y cada vez es más frecuente y se agradece) te topas con un interlocutor amable, que sabe de lo que hablas, que te propone enseguida posibilidades para adaptar tu menú y conoce lo que tienen que hacer en la cocina y encima te lo dice con una sonrisa, tú te relajas y todo fluye más cómodo.

Es normal que nos dé apuro preguntar, pero debemos dejar a un lado esa sensación porque no queda otra que consultar e informarnos bien, y conforme más hablemos de ello, más indaguemos, preguntemos, propongamos, facilitemos, normalicemos, y hagamos ver en un restaurante u hotel que tienen que adaptarse a intolerancias y alergias, iremos poco a poco allanando el camino y haciéndolo más llevadero. Así que fuera vergüenzas, mucha positividad y a preguntar siempre con una sonrisa en la cara.

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